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Recordando al Conejo...


Tenía 29 años cuando murió. Hoy tendría 65, más del doble de los años que vivió. Lo que hizo en 29 años es mucho más que lo que la mayoría de gente llega a hacer en 65.

Joven, alegre, lleno de energía, multifacético, con un gran sentido del humor, con una inteligencia privilegiada ("niño genio" le decían en la universidad), fan de los Beatles, siempre listo para un partido de fútbol, lector y escritor incansable, brillante profesor, estudioso del marxismo, fundador del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT), entregado a la lucha política y a la organización social por un Ecuador con justicia social, por una izquierda revolucionaria unida y sin dogmatismos, por unas ciencias sociales comprometidas con la transformación política y social en favor de los más pobres y, en especial, de los campesinos y los indígenas.

EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN POLITICA DE FERNANDO VELASCO

Por Alejandro Moreano

Una de las características más sorprendentes del pensamiento y el estilo de Fernando Velasco es su claridad y sencillez; su transparencia. Y es que esa transparencia es expresión de otra, mucho más profunda y significativa: aquella que dice relación con la correspondencia inmediata y directa de su pensamiento con el movimiento general de la sociedad ecuatoriana. En efecto, en el desarrollo de su pensamiento, en las condensaciones, virajes y desplazamientos del mismo, se puede leer de manera casi inmediata las vicisitudes del desarrollo político de las fuerzas sociales más avanzadas del Ecuador contemporáneo. Nadie como él para constituir un pensamiento tan extremadamente sensible a la vida. De allí que en los movimientos de su pensamiento y acción política se manifiesten de manera transparente las relaciones de fuerza de la sociedad ecuatoriana, en los terrenos social, político, ideológico. Procedente de las filas del humanismo cristiano, una de las vertientes de pensamiento revolucionario de América latina, Fernando Velasco atravesó diferentes fases y distintas concepciones: del humanismo al materialismo, de las ideas democristianas al socialismo revolucionario, de las tesis de la CEPAL al análisis marxista de las estructuras del capitalismo dependiente, de las capas medias progresistas a la praxis revolucionaria de los trabajadores. Por supuesto, ese periplo de Fernando Velasco no fue un mero producto de su voluntad política, honestidad personal y sed insaciable de conocimientos. Fue la expresión, mediada por esas grandes capacidades, del desarrollo objetivo de la lucha de clases. América Latina, a partir de la revolución cubana, y en menos de 20 años, atravesó y superó vertiginosamente épocas enteras del desarrollo político de la humanidad. De las mil y una noches a las corrientes de vanguardia, de la edad de piedra a la era atómica, América cantó al unísono los sones precolombinos, los cantos gregorianos, la Marsellesa y la Internacional. En el espacio de casi 30 años que vivió Fernando Velasco, América Latina unificó la revolución francesa y la bolchevique, la formación auténtica de la nación y el internacionalismo militante de la clase obrera. Desarrollo desigual y combinado, amalgama de épocas distintas, sucesivas y simultáneas a la vez; mosaico, jeroglífico y rompecabezas: el movimiento real de la sociedad latinoamericana fue un motor extremadamente rico y múltiple para el desarrollo de un pensamiento político lleno de mutaciones y virajes, pero vivo y germinal. En la subjetividad de Fernando Velasco, ese proceso se manifestó en su descubrimiento progresivo del marxismo y la radicalización creciente de su compromiso político. El origen y el desarrollo del pensamiento y la praxis de Fernando Velasco se sitúan, precisamente, en la fase de transición de las corrientes ideológicas revolucionarias no marxistas al período de la lenta producción del pensamiento marxista. En efecto, entre 1968 y 1973, el pensamiento de Fernando Velasco estuvo dominado por las corrientes cepalinas y la Teoría de la Dependencia en el nivel económico; las tesis radicales de la Democracia Cristiana en el terreno político; y el humanismo cristiano de la CELAM, y de la Declaración de Medellín de la Iglesia Católica en el plano ideológico. Educado en el seno de la ideología católica, Fernando Velasco siguió la línea evolutiva de los grupos cristianos conmovidos por la crisis del viejo aparato conservador de la Iglesia, los vientos renovadores del papado de Juan XXIII, el Concilio Ecuménico Vaticano, y el surgimiento de corrientes progresistas y aún revolucionarias en el seno de la Iglesia. Junto a ellos participó en acciones sociales en el pueblo, bajo la guía de las tesis de la pedagogía de la Liberación de Paulo Freire, y organizó el “secuestro” del párroco progresista de la iglesia Iñaquito de apellido Camarata para impedir su traslado a España. De hecho, sus primeros pasos en la comprensión política del mundo, tenía que darlo en el seno de la atmósfera ideológica en la cual se había formado. Tal fue una de las razones fundamentales de que en la década del 70 hayan surgido nuevas fuerzas revolucionarias –que tuvieron en Fernando Velasco uno de los principales organizadores y dirigentes– sin continuidad alguna con los movimientos de los 60. Nuevas fuerzas, producto del ingreso de la clase obrera a la escena social en medio de un auge significativo del movimiento de masas, especialmente campesinas, y de un movimiento ideológico peculiar, sin conexión con el pensamiento de los Frentes de Liberación Nacional y que tuvo su origen más bien en las concepciones y en la práctica de los círculos cristianos revolucionarios y en la llamada vertiente de izquierda de la Teoría de la Dependencia. Desde 1973-74, hasta su trágica muerte el 9 de septiembre de 1978, la vida de Fernando Velasco estuvo totalmente ligada a tres procesos fundamentales, cuya unidad fue el motor de la izquierda ecuatoriana: el fortalecimiento de la unidad y lucha de las tres grandes Centrales Sindicales nacionales, especialmente la CEDOC, el desarrollo del pensamiento marxista cuyo objeto central es la lucha de clases del actual Ecuador; y, como expresión aún débil e incompleta de un proceso de fusión también débil e incompleto de los dos procesos anteriores, la formación de un nuevo movimiento revolucionario, el MRT, y la unidad del conjunto de la Izquierda. Su compromiso con la lucha sindical y política de los trabajadores es, sin duda, el eje central de la vida de Fernando Velasco y el motor del desarrollo de su pensamiento. En sus funciones de dirección de la CEDOC y de organización y dirección del MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores) jugó un papel importante en la orientación de la lucha general de los trabajadores ecuatorianos. Forjado en el compromiso militante con la lucha gremial de los trabajadores, Fernando Velasco sintió la necesidad de trabajar denodadamente por crear las condiciones para la construcción de la organización política de la lucha obrera y popular. Esta comprensión permitió a Fernando Velasco iniciar el segundo gran viraje en su práctica y en su pensamiento. Si en 1972-73 se desplazó de la acción social de los grupos cristianos bajo una concepción demócrata cristiana a la participación en la lucha directa de los trabajadores, en 1975-76 se desplazó a la acción política revolucionaria conciente: el activista sindical devenía en militante revolucionario. La producción intelectual de Fernando Velasco cubre una variedad de gamas: el carácter de la formación social ecuatoriana y de su historia, el problema del imperialismo y la lucha nacional, las transformaciones agrarias y el movimiento campesino, la formación de un sindicalismo clasista y revolucionario, la relación entre la vanguardia política y los sindicatos, la educación ideológica y política de las masas, problemas de la táctica y la estrategia. Es decir, los principales problemas teóricos y políticos, cuya correcta comprensión es fundamental para la organización y dirección del proceso revolucionario. En el libro Ecuador: subdesarrollo y dependencia, en el capítulo “La estructura económica de la Real Audiencia de Quito” del libro Ecuador, pasado y presente, Fernando Velasco enfrenta el problema del carácter de la formación social ecuatoriana y de su historia. Difícil y complejo problema que ha suscitado un amplio movimiento teórico e investigativo en las décadas del sesenta y setenta y en el cual participaron múltiples intelectuales. En el momento en que dichos textos fueron escritos, predominaba en el pensamiento social latinoamericano y ecuatoriano, la corriente denominada Teoría de la Dependencia. El análisis del problema agrario, formulado en su libro Reforma agraria y movimiento campesino indígena de la Sierra es, sin duda, el mejor aporte de Fernando Velasco al pensamiento marxista ecuatoriano y el mejor estudio político sobre el tema. Respecto a los anteriores escritos varios años antes, constituye la expresión del desarrollo del pensamiento de Fernando Velasco en correspondencia con el desarrollo de la lucha social. Otros estudios sobre las transformaciones agrarias de las dos últimas décadas, especialmente los de Andrés Guerrero, han demostrado con rigor científico el carácter general del proceso y las principales determinaciones económicas del mismo. Pero el libro de Fernando Velasco eleva esos análisis al plano político, los desarrolla en la comprensión de la lucha de clases gestada en el curso de la llamada reforma agraria, y descubre lo que es consubstancial al pensamiento leninista: la estrategia y la táctica de las diversas clases y sus representantes políticos. Fernando Velasco murió, a los 29 años, cuando se encontraba en plena actividad teórica y práctica para enfrentar y resolver esos problemas planteados por la vida. Pero dejó señalados los lineamientos básicos: lucha independiente, progresiva hegemonía del proletariado y semiproletariado rurales, amplio frente que articule la lucha por la democracia, la tierra, el poder y el socialismo. En diferentes artículos y textos, en sus libros sobre la economía ecuatoriana, en una conferencia suya publicada con el título “La dependencia, el imperialismo y las empresas transnacionales”, Fernando Velasco plantea con toda seriedad y en toda su profundidad el problema nacional del Ecuador como país dependiente dominado por el imperialismo. Le interesa particularmente analizar las nuevas características de esa dominación: el control directo de los procesos productivos fundamentales por el gran capital financiero internacional, el desplazamiento de las inversiones del sector primario-exportador a la producción industrial. Esa reorientación tiene una importancia política fundamental, pues implica que el imperialismo ha dejado de estructurar una alianza con las fuerzas precapitalistas, para entrabar el desarrollo del capitalismo en las formaciones sociales dependientes deviniendo, por el contrario, uno de los motores del peculiar desarrollo del mismo. En esas condiciones, la lucha por la soberanía nacional adquiere un sentido y perspectiva distintos. El imperialismo no constituye una estructura de opresión externa, sino un proceso permanentemente internalizado en todos los órdenes de la vida de nuestros países. La llamada “burguesía nacional” no tiene pues, una base material de existencia, menos aún de desarrollo. La lucha antiimperialista no tiene otros protagonistas que el proletariado, el campesinado, los sectores semiproletarios y las capas medias progresistas; y, se encuentra objetivamente ligado a la lucha contra la opresión del capital. Por otra parte, Fernando Velasco analiza las nuevas formas orgánicas y jurídicas asumidas por el capitalismo mundial: la empresa transnacional. Es decir, para Velasco, la organización revolucionaria es un complejo y múltiple proceso histórico, reivindicativo, político, ideológico, teórico, cuyo eje vertebrador es la existencia y la praxis material de los trabajadores. Sin duda, el problema es mucho más complejo de lo que hemos señalado y Fernando Velasco alcanzó a escribir y reflexionar. Empero, sus tesis mantienen gran validez en los momentos actuales. Y, precisamente porque Fernando Velasco concibió a la dirección revolucionaria como un complejo proceso histórico, no redujo jamás su dimensión a las estructuras orgánicas formales de las actuales agrupaciones de la Izquierda. Más aún, consideraba que esa dirección revolucionaria es aún una empresa futura a estructurarse en los momentos de crisis revolucionaria y que en la actualidad asume la dialéctica viva de la unidad contradictoria del conjunto de la Izquierda ecuatoriana. De allí, su participación decidida en esa unidad, en el seno de la cual la crítica y la autocrítica constituyen, según él, los elementos fundamentales de su desarrollo interno. La ideología tecnocrática como atmósfera valorativa de la producción teórica, prácticamente domina el escenario de las ciencias sociales. Frente a esta situación, el ejemplo de Fernando Velasco es altamente significativo. Dotado de una formación intelectual más bien burguesa y tecnocrática, objeto de tentaciones por los dueños del poder, Fernando Velasco supo avanzar y establecer claramente su compromiso, abierto, público, directo y práctico con los trabajadores y la acción revolucionaria. Más aún, para Fernando Velasco, el único criterio de verdad fue la eficacia política, la capacidad del pensamiento para elevarse a la formulación de una estrategia y una táctica de lucha por el poder revolucionario. En medio de las luchas más limitadas y estrechas, de las fases de reflujo del movimiento obrero y popular, Fernando Velasco supo insistir en la necesidad de la concentración teórica y política, del fortalecimiento de la unidad ideológica, de la independencia política histórica, de la tenaz conservación de los objetivos estratégicos, del sueño revolucionario. Fernando Velasco fue un ejemplo de intelectual revolucionario. (Tomado y adaptado del Prólogo del libro de F. Velasco: Ecuador: subdesarrollo y dependencia, 15 de febrero de 1981).


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