Dos Líneas Opuestas en el Movimiento Sindical Mundial
Nota – “En el plano nacional como en el internacional, en el seno del movimiento sindical –escribió Filip Kota en su libro “Dos líneas opuestas en el movimiento sindical mundial”- se enfrentaron y se seguirán enfrentando dos líneas opuestas que representan los intereses antagónicos de la burguesía y del proletariado. El problema relativo a estas dos líneas opuestas en el movimiento sindical mundial es tan viejo como el movimiento en sí, sobrevivirá mientras existan las clases antagónicas y la lucha de clases. Esta es una necesidad imperiosa y una ley objetiva también para el desarrollo del movimiento sindical de clase. No ver esta realidad o eludirla consciente o inconscientemente es ser miope políticamente y es ignorar la ley de la lucha de clases”.
El interesante libro de Filip Kota “Dos líneas opuestas en el movimiento sindical mundial” ofrece una visión general del panorama sindical a nivel internacional desde la formación de clase obrera -como consecuencia del surgimiento del capitalismo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX hasta mediados de los años 70 del siglo XX- desde una perspectiva de clase y comunista.
Reproducimos a continuación un extenso extracto del libro de Filip Kota “Dos líneas opuestas en el movimiento sindical mundial”, Emiliano Escolar Editor, Madrid 1977, que ha sido transcrito por Gran Marcha Hacia el Comunismo para nuestro blog. Para las nuevas generaciones, especialmente de jóvenes, que se incorporan hoy a la lucha sindical y política contra el capitalismo y el imperialismo, es un excelente texto y que esperamos resulte de interés a cuantos siguen el blog de Gran Marcha Hacia el Comunismo y se preocupan por la historia del movimiento sindical revolucionario, y desean sacar experiencias del mismo. DOS LINEAS OPUESTAS EN EL MOVIMIENTO SINDICAL MUNDIAL
Filip Kota
FORMACION DE LA CLASE OBRERA Y DE LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES SINDICALES
1. Las condiciones del nacimiento y desarrollo de la clase obrera y del Movimiento Sindical
Históricamente, el nacimiento del proletariado, como el de la burguesía y del modo de producción capitalista proviene de una época determinada, la del desarrollo de las fuerzas productivas, la de la sustitución progresiva del trabajo manual por la máquina, la de la revolución industrial naciente que conoció primero Inglaterra, después de la segunda mitad del siglo XVIII, y más tarde los demás países de Europa occidental y los EE.UU. de América.
La revolución industrial, que se manifestó ante todo por la aparición de las máquinas y fábricas no era simplemente una revolución técnica; influyó directamente en la composición de las clases en la sociedad, en la creación de nuevas relaciones entre los hombres, en el nacimiento y desarrollo de dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado industrial. Esta profunda transformación cualitativa de la sociedad desembocó en la aparición y desarrollo de las relaciones de producción capitalistas; por una parte el propietario que disponía de los medios e instrumentos de producción y, por otra, el proletariado que no vivía más que de sus brazos. La lucha del proletariado contra la burguesía empieza con el nacimiento del proletariado como clase.
Paralelamente al nacimiento y desarrollo del capitalismo se ha visto crecer la clase de los proletarios, de esos “esclavos asalariados”, clase que empezó a formarse con el proceso de acumulación inicial de capital, como consecuencia de la expropiación de los campesinos y de la ruina de los artesanos. Eran precisamente estas nuevas masas las que formaron el ejército de los asalariados, obligados a vender a los capitalistas la fuerza de sus brazos a precios baratos.
La mecanización de la producción industrial trajo consigo la explotación sin freno e inhumana de los proletarios. El trabajo penoso, la ausencia de toda seguridad técnica, de condiciones de higiene o de cualquier ley sobre el trabajo, los salarios bajos, las condiciones insalubres de vivienda de los obreros, el hambre, la pobreza y el comportamiento arbitrario de los patronos capitalistas, eran las duras condiciones en las que trabajaba y vivía el proletariado. F. Engels nos hace un retrato fiel de esta situación en su obra: “La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra”.
Con el fin de asegurarse el máximo de beneficios posibles y producir a bajos costos, los capitalistas explotaron principalmente a mujeres y niños. En la industria textil, millares de niños trabajaban por un bocado de pan y con frecuencia había niños de cinco a seis años a quienes se pegaba para mantenerlos despiertos. “En mil ochocientos setenta y cinco, cerca de ciento veinte mil niños de menos de trece años trabajaban en la industria textil de Gran Bretaña e Irlanda. Eran obligados a trabajar doce y catorce horas por día, generalmente de pie.” (1)
La Ley del 6 de abril de 1802 votada por la Cámara e los Comunes, que estipulaba que la jornada de trabajo no debía sobrepasar las doce horas para los niños y prohibía que se acostaran más de dos niños por cama, no fue jamás aplicada.
Las condiciones de vida y trabajo de los obreros eran muy duras, el obrero era una mera mercancía que se contrataba o despedía conforme a las exigencias de la producción y de la competencia y estaba sometido a los actos arbitrarios, a las reglas draconianas de los patronos. Esto es lo que se podía leer en su reglamento de la fábrica alemana KRUPP en 1838, que en aquella época era considerada como una de las empresas más adelantadas en el plano social: “Todo trabajador debe ser fiel y obedecer sin límite, comportarse decentemente en el interior y fuera de la fábrica y mostrar con esmero que desea trabajar para beneficio de la fábrica” (2)
Víctimas de una explotación feroz y faltos de los derechos más elementales, los obreros empezaron a luchar por mejorar su situación económica. Esta resistencia que se opuso por diferentes vías –violentas y pacíficas- era, hasta mediados del siglo XIX, espontánea, aislada, y sin un carácter consciente u organizado. Al principio, los obreros pensaron que las máquinas eran la causa de sus desgracias y se opusieron por todos los medios a su uso, llegando incluso a su destrucción. Pero la experiencia terminó por convencerles de que tales actos no podían desembocar en los resultados deseados, que el origen de sus sufrimientos no estaba en las máquinas sino en las relaciones de producción capitalista, en la clase capitalista que los desangraba.
Tras las revoluciones burguesas, y hasta la mitad del siglo XIX, cuando el capitalismo había sido instaurado total o parcialmente como el sistema dominante en Europa occidental y en los Estados Unidos de América, el desarrollo capitalista acelerado arrastró el crecimiento cuantitativo y cualitativo del proletariado y la creación de la clase obrera.
Históricamente, el nacimiento y desarrollo de la clase obrera, según los países y sus condiciones respectivas, ha conocido varias etapas y fases. En el transcurso de este proceso largo y laborioso, la clase obrera buscó y puso en práctica formas de trabajo, de lucha y de organización que desembocaron en la creación de sus primeras organizaciones: Cofradías, Mutualidades, Hermandades, “Trade-Unions”, Cámaras Sindicales, Bolsas de Trabajo, Sindicatos, etc.
Al principio, estas asociaciones nacieron en las diversas ramas de la producción como consecuencia de los esfuerzos espontáneos de los trabajadores, como necesidad de una resistencia colectiva, para unirse y defender los intereses estrictamente profesionales. Estas reivindicaciones se limitaban a los problemas del momento: salarios, horarios de trabajo, paro, competencia, etc. Progresivamente, estas organizaciones se transformaron en “centros de organización”, en “órganos de resistencia” de la clase obrera contra la burguesía capitalista, y lucharon sistemáticamente contra la opresión y la explotación capitalistas. La primera forma, la forma inferior del movimiento sindical, fue, pues, la lucha económica.
Desde 1720, los maestros sastres de Londres estaban agrupados en su organización, que tenía siete mil artesanos. Una carta que ésta dirigía a la Cámara de los Comunes da a conocer que el fin de la asociación era: “…aumentar sus salarios y dejar el trabajo una hora antes …, han acumulado grandes sumas de dinero para defenderse en caso de persecución”. (3)
Con el crecimiento del proletariado y de su conciencia de clase, con su iniciación en las ideas socialistas, los sindicatos, en tanto que organizaciones de la clase obrera, estuvieron sometidos a cambios cuantitativos y cualitativos. Más tarde, respecto a su contenido y formas, tomaron un carácter de clase acentuado para realizar reivindicaciones económicas y políticas determinadas. “Los sindicatos (decía Marx), deben convencer al mundo entero que no luchan por sus simples intereses personales, sino por la liberación de millones de hombres oprimidos”. (4)
La historia del Movimiento Obrero demuestra que las primeras organizaciones obreras, los sindicatos, no fueron en seguida reconocidos. La burguesía y el aparato del Estado tomaron una postura dura hacia ellos. Sus representantes, sus dirigentes sobre yodo, fueron objeto de odiosas persecuciones que llegaron hasta sus muertes. La burguesía había dirigido sus flechas contra la organización de la clase obrera, promulgando toda una serie de leyes y ordenanzas. Al principio, los sindicatos eran clandestinos y considerados un peligro para el orden público burgués, por eso el hecho de afiliarse era un acto condenado por la ley y calificado de delito.
Con el fin de debilitar y destruir el movimiento obrero y sindical, la burguesía no titubeó en usar directamente la fuerza, la demagogia y la corrupción. Según las condiciones, ha utilizado uno u otro de estos métodos, pero con frecuencia ha utilizado los tres a la vez. El canciller del imperio alemán Bismarck, con el decreto “de la ley de excepción contra los socialistas” asesinó a millares en doce años. Consciente del hecho de que no podía extirpar las ideas del socialismo sin destruir a toda la clase obrera, que estaba empapada por éstas, cambió la táctica y en lugar de “la política del látigo”, les ofreció “la política del pastel”, y decretó las leyes sobre reconocimiento de los sindicatos, sobre seguros sociales, sobre accidentes de trabajo, etc. Todas estas “concesiones” o “reformas”, la burguesía se ve obligada a hacerlas también en nuestros días, con el fin de apaciguar a la clase obrera, e impedir las movilizaciones y los “grandes disturbios”.
La creación de los sindicatos no es, pues, un regalo de la burguesía, de su “generosidad”, sino el resultado de la lucha encarnizada y consecuente del proletariado. El punto de vista de los ideólogos de la burguesía, según el cual el movimiento sindical habría nacido porque era necesario a la clase obrera para colaborar con el capitalismo, apunta a despojar al régimen capitalista de su carácter de clase, a perpetuarlo y demostrar que la colaboración de clase entre el proletariado y los capitalistas ha sido y debe ser la tarea principal del movimiento sindical. La clase obrera no ha conseguido nada de la burguesía sin una lucha de clases encarnizada, la cual, en etapas determinadas, ha tomado las formas más variadas y las más violentas, que van hasta la insurrección armada para el derrocamiento de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado. Esta valiosa lección, la aprendió la clase obrera de su propia existencia.
La organización de la clase obrera en sindicatos ha sido una gran victoria para los obreros los cuales pasaron de hombres aislados a unirse y convertirse en una gran fuerza a organizada. Así pues, la burguesía se ha visto obligada, a su pesar, a reconocer la existencia de los sindicatos como representantes de la clase obrera
Notas (1) BIT, L´ OIT au service du progres social, Ginebra, 969, página 10. (2) Idem pág, 12. (3) G. LEFRANC, Le sindicalisme dans le monde, Paris, 1963, página 6. (4) K. MARX y F. ENGELS, Instrucciones dadas a los delegados del Consejo Central Provincial para cuestiones particulares, en Obras, edición rusa. Vol, 16, págs. 200-201.
2. Las diversas tendencias y los rasgos del desarrollo del Movimiento Sindical Mundial
La organización del proletariado y su lucha, al igual que los rasgos que revistió el movimiento sindical, han sido determinados por las condiciones históricas particulares de cada país: el desarrollo capitalista desigual, el grado de conciencia de clase del proletariado y la coyuntura política de la época.
El último cuarto del siglo XIX vio nacer y desarrollarse en el movimiento sindical, sobre todo en Europa, tres tipos de organización sindical que tomaron amplitud en Gran Bretaña, en Francia y Alemania y que influyeron en todo el movimiento sindical mundial. Estas organizaciones tuvieron sus propios rasgos característicos que mencionamos brevemente a continuación:
a) El Trade-Unionismo
Es en Gran Bretaña, uno de los más antiguos países capitalistas, donde aparece primero el proletariado y, con él, las primeras organizaciones obreras. Aunque el Gobierno británico con las leyes de 1799 y 1800 prohibió estas organizaciones y sus primeras huelgas, los obreros del textil y de las minas crearon una serie de organizaciones ilegales y semi-legales. Ante la gran presión de los obreros que, en algunos casos desencadenaron levantamientos, el parlamento británico se vio obligado a votar leyes autorizando la organización de la clase obrera en sindicatos. Después de la derogación de las leyes que impedían la creación de as organizaciones obreras, en Inglaterra aparecieron las trade-unions, como primeras organizaciones sindicales. Estas organizaciones, que agrupaban a los obreros clasificados según sus profesiones y algunas veces según su especialidad, se unieron más tarde a nivel nacional y crearon en 1868 una central única: el Congreso de las Trade-Unions (TUC).
El movimiento obrero y sindical en Gran Bretaña se ha desarrollado en condiciones particulares, cuando el poder económico de la burguesía se acrecentaba considerablemente como consecuencia de la explotación sin freno del proletariado inglés y del saqueo sin piedad al que eran sometidos numerosos países coloniales. Es así, como acumulando grandísimos beneficios, la burguesía fue la primera en pagar a los dirigentes de la clase obrera, quienes, con los obreros más cualificados, los “líderes” de los sindicatos y los de las corporaciones obreras, formaron la amplia capa de la aristocracia de la clase obrera que participó en los órganos políticos del país, en el parlamento, en los órganos del poder local, etc.
En esas condiciones, se desarrolló en Gran Bretaña una corriente conocida bajo el nombre de Trade-Unionismo, cuya actividad está basada en la colaboración de clase, en la inviolabilidad del orden burgués y de la propiedad privada, y en la defensa de los intereses de los grupos obreros más privilegiados. Las trade-unions no luchan para abolir al régimen capitalista, y todo lo que él lleva consigo, sino para “perfeccionarlo”; utilizan sólo formas aceptables para la burguesía, tales como las negociaciones y los acuerdos con los patronos, su participación en los diversos órganos económicos, estatales y patronales, etc.
Proclamando el principio “ninguna clase de política en las uniones”, las trade-unions británicas siguen así limitando su actividad únicamente al estrecho marco de las reivindicaciones económicas; las cuestiones de carácter político son tratadas por el partido laborista, que, en su origen, no fue sino el producto del movimiento sindical aburguesado, su portavoz en el parlamento.
La creación de las trade-unions era en esa época un fenómeno progresista en la historia del movimiento obrero, pero pronto el trade-unionismo se convirtió en el movimiento sindical en una corriente oportunista y empezó a jugar un papel negativo.
b) El anarco-sindicalismo
El proletariado francés ha participado en numerosas batallas y revoluciones. A partir de 1860 aparecen en Francia las cámaras sindicales o sindicatos, que fueron creadas en base a las profesiones, como organizaciones locales. La Comuna de París dio un nuevo impulso e influyó positivamente en el movimiento obrero y sindical en Francia y fuera de sus fronteras. En 1884, cuando el derecho sindical fue reconocido por el parlamento, tras la anulación de la ley Le Chapelier, el número de obreros que se afiliaron a estas organizaciones alcanzó los cien mil aproximadamente. Algunas Cámaras Sindicales estaban dirigidas por la Sección francesa de la Primera Internacional. En 1895, en Limoges, como consecuencia de la unión de todos los sindicatos, se fundó a escala nacional, la Confederación General del Trabajo (CGT).
Las condiciones económicas y políticas de finales del siglo XIX y de principios del XX y hasta comienzos de la primera guerra mundial favorecieron, en el movimiento obrero francés, el nacimiento y difusión de las ideas anarcosindicalistas. Esta corriente encontró un terreno propicio, porque además, los obreros estaban frustrados a causa de la actividad oportunista y reformista de los dirigentes sindicales y del partido socialista francés. Más tarde el anarcosindicalismo se desarrolló también en Italia, España, Portugal, Argentina, Méjico, etc. Países, todos ellos, que tenían un claro retraso en su desarrollo capitalista. También se considera el anarco-sindicalismo como un fenómeno propio de los países de lenguas latinas.
Los anarco-sindicalistas consideraban la huelga general de “brazos caídos” como la forma más elevada y más radical de la lucha del proletariado; su objetivo final era derrocar el capitalismo y tomar el poder mediante la Huelga General que consideraban como el “medio ideal de la revolución” y la “manifestación de la violencia que evita la efusión de sangre”. Los anarco-sindicalistas se opusieron a toda forma de Estado, independientemente de su carácter; consideraban los sindicatos como la única forma de organización del proletariado de resistencia a la burguesía y querían que el taller sustituyera al Gobierno.
Proclamando la total “independencia” de los sindicatos con respecto a los partidos políticos de la clase obrera, los anarco-sindicalistas negaban la necesidad de la lucha política de la clase obrera. El anarco-sindicalismo introdujo en el movimiento obrero y sindical la ideología, la política y la táctica del anarquismo. Así fueron adoptadas formas de lucha como el sabotaje y la destrucción de las máquinas, de las materias primas, de la producción, etc. Las huelgas y los sabotajes, fuese cual fuese su carácter, eran considerados como una “gimnasia revolucionaria”.
c) Pluralismo sindical
El movimiento sindical y obrero en Alemania se caracterizó sobre todo por el fraccionamiento sindical. La socialdemocracia alemana ejerció una gran influencia sobre este movimiento. En Alemania, las relaciones capitalistas se establecieron más tarde que en Inglaterra y en Francia. Hacia principios del siglo XIX, el desarrollo económico de Alemania, sobre todo después de la fusión de los estados alemanes en un único estado, se realizó aun ritmo más rápido; así también la clase obrera se formó y organizó más rápidamente. Pero fue sólo después de 1860 cuando se formaron en Alemania las primeras organizaciones de la clase obrera, porque la reacción política las había prohibido hasta entonces. Las organizaciones sindicales se multiplicaron inmediatamente; “crecieron, decía Augusto Bebel, como champiñones después de una lluvia de verano”. A causa de la diversidad de las corrientes políticas, el movimiento sindical en Alemania quedó fragmentado. Se distinguían cuatro corrientes sindicales, que según el orden cronológico de su creación se pueden dividir en:
1º.- Sindicatos de Hirsch-Dunker (por el nombre de sus fundadores) que estaban bajo la influencia de la burguesía liberal, en tanto que organizaciones oportunistas y reformistas del tipo de las trade-unions británicas. 2º.- Sindicatos lasallianos, que estaban dirigidos por el partido político lasalliano, negaban totalmente la lucha económica, se oponían a la revolución a la que sustituían por la lucha por los derechos electorales generales y la actividad en el parlamento; predicaban igualmente el paso pacífico a la sociedad socialista. Marx, en su obra Crítica del programa de Gotha denunciaba el carácter reaccionario de los lasallianos. 3º.- Sindicatos de Eisenach a los que se conocía también con el nombre de “Asociación de Educación Obrera”. Fueron creados por el partido social-demócrata alemán, cuyos dirigentes permanecieron, en general, en posiciones marxistas. Al margen de la lucha económica de los obreros se habían impuesto como tarea de abolir el régimen capitalista y, a tal fin, estaban dispuestos a recurrir a todos los medios. Los sindicatos de Eisenach aceptaron en noviembre de 1868 el programa de la Primera Internacional; fueron los sindicatos más potentes y más influyentes de Alemania. En 1875 agrupaban aproximadamente a 500.000 miembros. 4º.- Sindicatos cristianos, creados sobre los principios religiosos que predicaban la armonía de clases. Su fundador fue el clero católico.
La unión de los dos partidos políticos de Eisenach y de los lasallianos llevó a unificar el movimiento sindical de estas dos centrales. La conferencia sindical que se reunió con esta ocasión estableció dos principios:
a) “Deber de los trabajadores de alejar la política de los sindicatos”
b) “Obligación moral para los obreros de afiliarse al partido socialista, quien sólo puede hacer idónea la condición política y económica del proletariado”.
Después, el movimiento sindical unificado alemán empezó a seguir la vía del oportunismo y reformismo. Los sindicatos alemanes daban más importancia a los aspectos administrativos que a la lucha de la clase obrera. Los sindicatos se burocratizaron, a su cabeza se instalaron liberados quienes, aburguesándose progresivamente, desviaron estas organizaciones de la lucha de clases orientándolas hacia la lucha parlamentaria.
Estas tres principales corrientes en el movimiento sindical tuvieron una importancia particular dado que influyeron sobre la evolución del conjunto del movimiento sindical mundial.
ACERCA DE LAS DOS LÍNEAS ANTAGÓNICAS EN EL MOVIMIENTO SINDICAL EN EL SIGLO XIX
Hacia el último cuarto del siglo XIX, cuando el movimiento obrero y sindical se convirtió en una fuerza organizada y que tomaba más peso en el plano político y social, dos líneas diferentes, que se apartaban progresivamente una de otra, empezaron a aparecer en el seno de la clase obrera: la línea oportunista y la línea proletaria de la lucha de clases: la línea oportunista y la línea proletaria de la lucha de clases. Estas dos líneas opuestas representan, hoy como en el pasado, dos plataformas políticas e ideológicas diferentes.
1.La línea reformista y oportunista
El nacimiento y el desarrollo del oportunismo y del reformismo en las filas del movimiento obrero y sindical fueron determinadas por una serie de condiciones objetivas, económicas y sociales, entre las cuales podemos mencionar principalmente:
1º- Las condiciones relativamente “pacíficas” del desarrollo del capitalismo cuanto todas las contradicciones propias de la sociedad capitalista no se habían aún manifestado con toda su fuerza, como lo harían en el período anterior a la crisis general del capitalismo. La explotación feroz y el saqueo sin piedad de los países coloniales dieron a la burguesía beneficios incalculables. El rápido desarrollo del capitalismo, aunque acompañado de crisis, trajo mejoras relativas y momentáneas del nivel de vida de la clase obrera, la reducción de las horas de trabajo, el aumento de los salarios, aprobación de las leyes sobre la protección en el trabajo, seguros sociales, etc. Así, por ejemplo, en Alemania, el salario de la gran masa de los trabajadores creció un 15 por 100 en el último decenio del siglo XIX y el de los trabajadores especializados un 50 por 100.
2º- Tras el desarrollo de la gran propiedad capitalista, los pequeños productores (grandes capas de los campesinos, artesanos y pequeños burgueses desclasados) engrosaron las filas del proletariado y, bajo la fuerte presión de la burguesía y de su ideología, infectaron la clase obrera y el movimiento sindical con sus ideas pequeño burguesas y extendieron la desorganización, el anarquismo y la indecisión. Estas nuevas capas que se infiltraron en las filas de la clase obrera trajeron conceptos e ilusiones reformistas.
3º- La corrupción llevada por la burguesía a una parte de los obreros, a la aristocracia de la clase obrera. Esta “élite” se apartó de la masa de la clase obrera y tanto por su situación económica como por su manera de pensar, se diferenciaba poco de la burguesía, porque de hecho representaba sus intereses y su concepción del mundo. Se convirtió en la base social de la burguesía y su principal apoyo en el movimiento obrero y sindical.
Las condiciones de legalidad del movimiento obrero y sindical, la extensión de sus filas por la afiliación de numerosos elementos procedentes de la pequeña burguesía, la atmósfera de los éxitos conseguidos por ciertos partidos obreros en las elecciones (en los parlamentos de diez países industrialmente desarrollados estos partidos tenían más de doscientos diputados), así como algunas conquistas parciales en el plano social, acarrearon el nacimiento y desarrollo de la corriente oportunistas y reformista, como plataforma política de la clase obrera y del movimiento sindical. En este periodo aparecieron ciertas teorías y tesis que los oportunistas y los reformistas aplicaron también en el movimiento sindical.
Las tendencias estrechamente corporativas trade-unionistas tomaron forma en los sindicatos. La actividad de estos últimos se limitó a algunas reivindicaciones económicas, a la recogida de las cotizaciones y a su transformación, en algunos casos, en organizaciones culturales y de ayuda; el principio básico del movimiento sindical fue la colaboración de clase. Los “líderes” sindicales consideraban la tribuna parlamentaria como su principal instrumento de lucha.
2. Acerca de algunos principios fundamentales en el Movimiento Sindical de clase
K. Marx y F. Engels, fueron los primeros en poner las bases teóricas, prácticas y de organización del movimiento obrero sindical de clase, considerando los sindicatos como una escuela de la lucha de clases del proletariado en las condiciones del régimen capitalista.
En la resolución “A propósito del papel, de la importancia y de las tareas de los sindicatos”, que Marx presenta en el primer Congreso de la Internacional que se reunió en Ginebra en 1886, fueron expuestos, por vez primera, los fundamentos de la concepción marxista de los sindicatos como organización de clase. Según esta resolución, los sindicatos deberían ser centros de organización de la clase obrera, tener por tarea luchar por su liberación total, y apoyar, por otra parte, todo movimiento revolucionario. Según la resolución, los obreros no deben ni exagerar la importancia de la lucha económica (lo que sucedía entre los obreros ingleses) ni infravalorarla (como en el caso de los franceses, alemanes y, sobre todo, lasallianos). Los sindicatos eran considerados como un fenómeno legítimo y, además, indispensable para organizar a la clase obrera contra la explotación capitalista.
EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO Y LA SOLIDARIDAD OBRERA: PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO SINDICAL DE CLASE
Con el desarrollo y consolidación del proletariado, y con la propagación de las ideas del socialismo, los obreros tomaron más conciencia, en todos los sitios donde trabajaban y vivían, de que eran víctimas de una explotación implacable, independientemente de su nacionalidad, tenían los mismos intereses y aspiraciones, y que para liberarse de la opresión, debían organizarse, unirse y ayudarse mutuamente en la lucha contra el enemigo común, la burguesía y el capitalismo. El internacionalismo fue para el proletariado una necesidad que se imponía, un principio muy importante y una norma moral de profunda significación revolucionaria. Apareció en la conciencia del proletariado como resultado del papel económico y social que esta clase cumple en el modo de producción capitalista.
El principio fundamental del internacionalismo ha sido, y es, la solidaridad de combate de los obreros, la colaboración, la ayuda y el apoyo que se han de dar en la lucha común contra el capitalismo, el establecimiento de vínculos fuertes entre ellos, la táctica a aplicar en la lucha de clases contra la burguesía compaginándola con las luchas de liberación nacional y revolucionarias.
El carácter internacional del trabajo y del capital, al igual que las condiciones concretas del crecimiento cualitativo y cuantitativo del proletariado, hicieron necesaria la creación de una organización internacional de la clase obrera que pudiera defender sus intereses, y oponer a las fuerzas de la burguesía unida las fuerzas unidad del proletariado. Marx y Engels publicaron en 1847 en el Manifiesto Comunista la célebre consigna: “Proletarios de todos los países, uníos”, y fueron los primeros en promover entre el proletariado la necesidad de su unión y de su organización no sólo a escala nacional sino también internacional. En septiembre de 1864, crearon la Asociación Internacional de Obreros, conocida como Primera Internacional.
En el seno de la Primera Internacional, Marx y Engels llevaron una lucha enconada contra los Proudhonianos y sus colaboradores, que estaban en contra de los sindicatos, de las huelgas y de otras formas revolucionarias de la lucha de clases del proletariado. La Primera Internacional tuvo un papel histórico en el desarrollo y consolidación del movimiento obrero y sindical internacional sobre bases esencialmente de clase. Estableció los fundamentos de la organización internacional de los obreros y preparó el terreno para una nueva etapa más avanzada del desarrollo del movimiento obrero y sindical.
Más tarde, la Segunda Internacional, sobre todo en su primer periodo, cuando era dirigida por Engels y tenía posiciones revolucionarias, influyó directamente en la creación de los sindicatos, ayudando y organizando a las fuerzas del proletariado mundial. Ya en el Primer Congreso de los representantes de los partidos socialistas, que tuvo lugar en Paris el 14 de julio de 1889 con ocasión del centenario de la toma de la “Bastilla” y del que nació la Segunda Internacional, se acordó conmemorar cada año el 1º de Mayo, aniversario de los asesinatos de los obreros de Chicago cuando reivindicaban la jornada de trabajo de ocho horas. También se acordó que el 1º de Mayo fuese considerado como jornada de solidaridad proletaria internacional.
Creación de las Organizaciones Sindicales Internacionales
La organización del movimiento sindical a escala internacional exigía un trabajo arduo. Los primeros esfuerzos se hicieron en sectores de la producción, tales como el del tabaco, cerámica, tipografía, etc. El papel de estos sindicatos estaba limitado al estrecho marco de una categoría profesional, tenían como tarea intercambiarse las plataformas reivindicativas y apoyarse económicamente.
En 1871 fue creada la Federación Profesional Internacional de los Obreros del Tabaco. Más tarde las organizaciones internacionales se multiplicaron, hasta tal punto que en vísperas de la Primera Guerra Mundial, se podían enumerar treinta y dos Federaciones Profesionales; la más importante era la de minas, que contaba con 1.370.000 miembros. Pero, en realidad, no pudieron aún cumplir un pape3l importante en el apoyo y solidaridad y en la coordinación de la lucha del movimiento obrero y sindical a escala nacional e internacional.
Con ocasión del Congreso de los Sindicatos Alemanes que tuvo lugar en 1902 en Stuttgart, los delegados de las centrales sindicales de Europa y de Estados Unidos organizaron una conferencia sindical internacional y, en el mismo otoño, fue creado en Dublín, Irlanda, “El Secretariado Internacional de las Centrales Sindicales Nacionales”. Esta organización, en su Congreso de Zurich, en 1913, tomó el nombre de “Federación Sindical Internacional”. La principal característica de estas organizaciones era que en ellas predominaba el oportunismo y el reformismo y, algunas veces, en ellas se manifestaban tendencias chauvinistas y nacionalistas. Aunque la guerra era inminente, los dirigentes del movimiento sindical internacional, consideraron el problema de la guerra imperialista como una cuestión de carácter “político” y no se sublevaron contra ella; hasta tal punto que cuando se declaró la guerra, los dirigentes del movimiento sindical Jouhaux, Gompers, Legien y compañía defendieron mezquinas posiciones nacionales burguesas y fueron ardientes partidarios de la ideología chauvinista y militarista de sus respectivos países, asumiendo incluso importantes funciones en los órganos del Estado.
La Gran Revolución Socialista de Octubre [en Rusia en 1917] trajo cambios radicales en la situación internacional y la relación de fuerzas. Era, para la clase obrera y el movimiento sindical, un ejemplo brillante y una valiosa experiencia. Los obreros del mundo entero vieron en esta revolución como podrían hacerse realidad sus auténticas aspiraciones. La revolución de Octubre fue un factor decisivo que reactivó el movimiento sindical y obrero y le elevó a un nuevo nivel. Permitió a la clase obrera de los países colonizados despertar y tomar conciencia de su fuerza, consolidarse y luchar encarnizadamente contra el capitalismo y sus agentes reformistas. La creación de una poderosa central sindical en Rusia era de hecho un gran apoyo y ayuda para el conjunto del movimiento sindical de clase en el mundo. Por otra parte, el firme apoyo que el proletariado del mundo entero dio a la joven República de los Soviets, confirmaba que los obreros habían comprendido que la Revolución de la Rusia Soviética representaba su propia causa.
Los dirigentes sindicales oportunistas y reformistas, con el apoyo, entre otros, de los grandes capitales y de la burguesía, crearon inmediatamente después de la victoria de la Revolución Socialista de Octubre cierto número de organizaciones sindicales internacionales. Estas tenían por meta limitar la gran influencia de las ideas de Octubre, restringir la amplitud de la lucha de clases y el espíritu revolucionario que, en esos tiempos, se propagaron en todos los sitios, y tener en sus manos el control del movimiento obrero y sindical.
En consecuencia, la lucha entre las dos líneas opuestas en el movimiento obrero y sindical internacional se intensifica, la zanja se hace cada vez mayor. En el plano sindical, se concreta con la creación, por una parte, de organizaciones oportunistas y reformistas, como “Federación Sindical Internacional”, “Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos”; y, por otra, de la Internacional Sindical Roja, organización sindical de clase y revolucionaria.
a) La Federación Sindical Internacional
Creada en 1919 en Amsterdam, conocida también por “Internacional de Amsterdam”, actuaba principalmente en Europa occidental. Sus dirigentes mantuvieron siempre posturas oportunistas, reformistas y de colaboración de clase. Aunque esta organización se consideraba fuera de los partidos y de la política, defendía de hecho la internacional socialista que estaba en manos de los socialistas de derechas.
b) La Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos
Creada en La Haya en 1920, basó su actividad en la doctrina cristiana. Según el artículo dos de sus estatutos, “La vida económica y social implica la colaboración de todos los hijos de un mismo pueblo. Rechaza pues la violencia y la lucha de clases…”.
c) La Internacional Sindical Roja
La creación de la Tercera Internacional Comunista en Moscú, en marzo de 1919, influyó directamente en el movimiento sindical de clase mundial y le dio un nuevo impulso. En 1920, tuvo lugar en Moscú el Primer Congreso de Sindicatos Revolucionarios en el cual participaron delegados de 41 países. Allí se creó la Internacional Sindical Roja.
La tarea principal, tal como señalaba su programa era la destrucción del sistema capitalista y la instauración del socialismo. Sus puertas estaban abiertas a todas las organizaciones sindicales que aceptaban los principios revolucionarios de la lucha de clases, que unían la lucha de los obreros por reivindicaciones económicas a la lucha política, y que luchaban por denunciar el movimiento reformista representado por los dirigentes de la Federación Sindical Internacional de Amsterdam. La Internacional Roja, creada bajo los auspicios y con el apoyo directo de la Tercera Internacional Comunista, declaró abiertamente que colaboraba con ella y que aceptaba su dirección política e ideológica.
La creación de la Internacional Sindical Roja tuvo un papel muy importante en la lucha de la clase obrera y del movimiento sindical mundial. Su auge es reflejado por el número cada vez mayor de sus afiliados, que ascendían en 1937 a veinte millones, mientras que los efectivos de la Internacional de Amsterdam bajaron de veinte a doce millones.
La Internacional Roja instó repetidas veces a la de Amsterdam a unirse, a emprender acciones conjuntas contra la ofensiva del capital, contra la aparición e instauración del fascismo y la amenaza de la guerra imperialista, pero los dirigentes de derecha de la Internacional de Amsterdam hicieron oídos sordos a estas justas propuestas y, de hecho, facilitaron la vía al fascismo.
Otra organización que sostiene y protege los intereses de la burguesía y de los monopolios es la Organización Internacional del Trabajo (OIT), creada en Ginebra en 1919, al tiempo que la Sociedad de Naciones, creada por los países vencedores de la Primera Guerra Mundial como “una organización permanente para la protección y mejoramiento de las condiciones de los trabajadores en el plano universal”.
Sus creadores y dirigentes más ardientes fueron los social-demócratas de derecha, S. Gompers, L. Jouhaux y los “líderes” de la Federación Sindical Internacional. Su primer presidente fue Albert Tomas, “socialista”, sindicalista, ministro francés de Defensa durante la Primera Guerra Mundial.
El fin de la creación de la OIT era desviar a la clase obrera de la revolución, hacerla ignorar las contradicciones y la lucha de clases, y crear en el seno de la clase obrera y del movimiento sindical la ilusión de que sus intereses de clase serían protegidos y satisfechos por esta organización.
LA FEDERACION SINDICAL MUNDIAL Y SU PAPEL POSITIVO EN EL CURSO DE SU PRIMERA FASE
Fue en el seno de la coalición antifascista donde nació la Federación Sindical Mundial (FSM) como amplia organización democrática representativa del movimiento sindical mundial. Su creación no fue casual. Constituía un hecho histórico que respondía a las nuevas condiciones creadas durante la Segunda Guerra Mundial. Los primeros esfuerzos para el establecimiento de lazos regulares y de colaboración sindical, en el marco del conflicto antifascista, se concretizaron con la creación del Comité Sindical anglo-soviético en diciembre de 1941, que debía tomar después la iniciativa de crear el Comité Preparatorio compuesto de representantes del Consejo Central de los Sindicatos soviéticos, del Congreso de los Trade-Unions británicos, así como del Congreso de las Organizaciones Industriales (CIO) de los Estados Unidos de América. Ese comité preparó y convocó la primera conferencia Sindical Mundial.
La Conferencia Sindical Mundial tuvo lugar en Londres del 6 al 17 de febrero de 1945 con la participación de 40 centrales nacionales y de 15 organizaciones internacionales que representaban aproximadamente cincuenta millones de trabajadores. La conferencia definió las tareas del movimiento sindical para el periodo de la guerra y la post-guerra, y elaboró el programa de las reivindicaciones fundamentales socio-económicas de los trabajadores. Una de sus decisiones más importantes fue la convocatoria de un Congreso Constituyente que debía crear la organización sindical mundial.
Así, en presencia de doscientos quince delegados de cincuenta y seis países, tuvo lugar en París del 225 de septiembre al 8 de octubre de 1945 la Conferencia Sindical Mundial de donde salió la Federación Sindical Mundial (FSM).
El Congreso aprobó los estatutos de la Federación Sindical Mundial donde se definían las metas, los métodos, el programa y la plataforma con respecto a los grandes problemas internacionales del momento, tales como la extirpación del fascismo, la cuestión de la paz, las reivindicaciones de los sindicatos en cuanto a la mejora de las condiciones de vida y de trabajo, la unidad sindical, etc. El Congreso eligió igualmente los órganos dirigentes de la FSM.
En la primera resolución aprobada por el Congreso, la lucha por la extirpación rápida y completa del fascismo era considerada como una de las principales tareas de la FSM y del movimiento sindical de todos los países. Sin duda alguna, el hecho de que el Congreso discutiese el problema de la lucha contra el colonialismo y el de la liberación nacional de los pueblos, fue un éxito para él. “Sería una victoria completa –se decía en la cuarta resolución del Congreso que trataba del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos- si los pueblos de las colonias y las nacionalidades de todos los países se viesen privados de sus derechos a la autodeterminación y a la independencia nacional. (1)
La Conferencia de Londres, el Congreso de París y la creación de la FSM constituyeron por sí solos un éxito para las fuerzas sindicales de clase y democráticas, pues por primera vez en la historia del movimiento sindical se hacían reuniones con tan gran número de representantes de todos los continentes. Sus acuerdos eran positivos y, en general, tenían en cuenta la defensa de los derechos e intereses de la clase obrera. Estos resultados no fueron conseguidos fácilmente, necesitaron una lucha encarnizada. Hubo divergencias y desacuerdos que lejos de ser casuales descubrían, que tarde o temprano, saldrían a la luz en determinadas condiciones.
Por una parte, estaban las fuerzas sindicales de clase, antiimperialistas y progresistas que luchaban y pedían que la nueva organización mundial fuera creada sobre fuertes y amplias bases democráticas, antifascistas y de clase, que agrupase a la clase obrera de todos los países para resolver con éxito todos los problemas esenciales acerca de sus intereses de clase.
Hablando del problema de la unidad y de las tendencias antisoviéticas que se manifestaban en los dirigentes de las trade-unions británicas, el jefe de la delegación de los sindicatos soviéticos en la Conferencia de Londres declaró: “¿Cómo podremos hablar de unidad del Movimiento Sindical Internacional, cómo podemos hablar de los esfuerzos de la clase obrera para conseguir la derrota de la Alemania fascista si asustamos a los delegados con el fantasma de los sindicatos soviéticos?” (2)
De otro lado, se encontraban las fuerzas reformistas y oportunistas, representadas por los líderes sindicales de Gran Bretaña y de Estados Unidos, etc., que intentaron de diversas formas poner trabas y boicotear la creación de la FSM, pues querían mantener en pie la internacional creada por ellos, la Federación Sindical Internacional de Amsterdam. Frustrados sus intentos, se vieron obligados bajo la presión de las masas y del espíritu de clase del movimiento sindical que crecía sin cesar, a quedarse en la FSM. Pero no se quedaron para consolidar la FSM, sino para apoderarse de ella desde dentro, para convertirla en su instrumento y de no conseguirlo para socavarla y destruirla desde dentro. Así, bloquearon el trabajo de la creación de departamentos profesionales de la FSM y boicotearon sistemáticamente toda una serie de acuerdos.
Todos estos hechos prueban que, desde la creación de la FSM, existieron dos líneas opuestas, que por la coyuntura política de entonces no cuajaron y se concretizaron hasta más tarde.
Cuando los imperialistas angloamericanos se percataron de que no podían convertir la FSM en su propio instrumento por medio de una dirección sindical reformista, se dedicaron entonces a socavar y romper la unidad sindical en su seno. Con este fin agruparon fuerzas y buscaron un pretexto para golpearla y destruirla.
Este pretexto les fue dado por el “Plan Marshall”. En la reunión del Comité Ejecutivo de la FSM en noviembre de 1947, la delegación del CIO pidió que dicho plan fuera sometido a discusión, aunque esta cuestión no figuraba en el orden del día. Esta propuesta fue rechazada por mayoría. El 28 de enero de 1948, el Consejo General de las TUC británicas, que adoptaron la postura del CIO, dirigió a la FSM un ultimátum pidiéndole: “que el Ejecutivo de la FSM se reunirá a mediados de febrero con el tema del Plan Marshall en el orden del día, si no, las TUC se considerarían libres de convocar una reunión separada de las organizaciones sindicales favorables al plan”. (3).
Ocurrió entonces que desde fuera de la FSM y en oposición a ella, las Trade-Unions británicas, sin alejarse de ella formalmente, convocaron en marzo de 1948, en Londres, la conferencia de los países “marshallizados” que creó el “Comité Consultativo de Sindicatos para la aplicación del programa de reconstrucción europea”. Fue un acto de escisión que tenía por meta romper definitivamente con la unidad en el seno de la FSM.
Se sucedieron los actos escisionistas. En enero de 1949, en la reunión del Ejecutivo de la FSM, el, representante del Consejo General de las TUC británicas pidió la suspensión de las actividades de la FSM. Esta propuesta iba acompañada de un ultimátum que decía: ”El Consejo General ha acordado, además, que en el caso de que la FSM se niegue a suspender sus actividades, se retirarían las TUC” (4).
Eta propuesta, que de hecho, apuntaba a la FSM para destruirla, no fue aceptada por su Ejecutivo, por lo que los representantes de los sindicatos británicos, americanos y holandeses salieron de la sal de reuniones y se retiraron definitivamente de la FSM. Así pues la escisión se hizo realidad.
La actitud de los dirigentes de los sindicatos americanos y otros, no fue un acto puramente sindical. Fue ante todo una postura política favorable al plan general del imperialismo americano, que quería establecer en todos los sitios su hegemonía y tener un papel preponderante. La causa de la escisión no era pues la aceptación o rechazo del “Plan Marshall”, eso no fue más que el pretexto como más tarde se supo, la escisión se produjo tras una larga y minuciosa preparación en el Departamento d Estado de EE.UU., de acuerdo con la CIA.
La estrategia y táctica seguidas para destruir la FSM habían sido elaboradas ya en la reunión de Ginebra en 1949, en la cual participaron representantes del gobierno americano y algunos líderes del CIO. Se encuentran rastros, ya en 1947, de agentes del Gobierno americano, quienes presentándose como sindicalistas, se establecieron, en calidad de agregados o delegados de asuntos sociales o de trabajo, en las embajadas americanas en los países donde funcionaba el Plan Marshall. Su principal tarea consistía en preparar el terreno para la creación de una nueva organización sindical internacional.
Otra tarea fue encomendad a la Federación Americana del Trabajo (AFL), la cual no participó en la creación de la FSM, pero que, ya en 1946, había conspirado contra la FSM. La oficina de correspondencia que ésta creó en Bruselas tenía como fin boicotear la actividad de la FSM. Su presidente, Green, reconoció el 17 de noviembre de 1948 que había distribuido 160 millones de dólares para subvencionar las nuevas organizaciones sindicales en Europa.
A consecuencia de la escisión, una nueva organización fue creada en Londres, el 28 de noviembre de 1949: la Confederación Internacional de Sindicatos Libres (CISL). No es un secreto para nadie que esta organización fue creada por incitación y bajo las auspicios del imperialismo y como resultado del acuerdo secreto entre el ministro inglés de Asuntos Extranjeros, “el sindicalista” E. Bevin y J. Dulles, líder del partido republicando y más tarde secretario de Estado de EE.UU. La colaboración de clase, el apoyo activo al pacto Atlántico y a sus instrumentos así como la lucha contra los comunistas y las demás fuerzas progresistas, etc.,…eran los objetivos principales de la CISL.
Tras la creación de la Confederación Internacional de Sindicatos Libres (CISL), una amplia campaña de escisión y de corrupción se desencadenó directamente apoyada por el Departamento de Estado de USA y por la CIA. La creación de la central sindical en Alemania occidental (DGB), de la CGT-FO en Francia, y más tarde la Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores (CISL) en Italia, fue el fruto. Así lo admitió G. Meany, presidente de AFL, quien en 1951, declaró: “cuando creció el peligro comunista en Francia e Italia, en los años de la postguerra, los sindicalistas de tendencia libres fueron apoyados por sus colegas americanos agregados a la Embajada, que proporcionaron la ayuda material para constituir sindicatos anticomunistas” (5)
Hasta los gobiernos de estos países han contribuido a la creación de las organizaciones sindicales disidentes. Baste recordar que sólo en Francia el Gobierno dio 40 millones de francos para la creación de la CGT-FO. Los dirigentes de las centrales sindicales reformistas apoyaron las medidas de sus gobiernos que desencadenaron ataques contra el nivel de vida, los derechos democráticos y las libertades sindicales. Así pues, en la huelga general de los mineros que estalló en 1947 en Gran Bretaña, el presidente de la Unión Nacional de Mineros, atacando a los huelguistas, se expresó de la siguiente manera: “Esta huelga no es oficial y debe ser impugnada por cada miembro honrado; no la toleraremos… el gobierno tienen que valerse de todos los medios para que cesen estos ataques criminales que ponen en peligro a la producción”. (6)
La furiosa histeria anticomunista que corrió en esta época, tenía por objetivo atacar al movimiento sindical progresista y a sus dirigentes. En noviembre de 1949, Tewson, por entonces secretario general de las TUC británicas, daba a los dirigentes sindicales órdenes tajantes de luchar por todos los medios contra “la infiltración comunista” en los sindicatos.
A pesar de la retirada de las TUC británicas del CIO y otras centrales sindicales reformistas, la FSM no se debilitó, por el contrario, tomó un nuevo empuje, y todas las acciones concretas que emprendió para la defensa de los intereses vitales de los trabajadores no hicieron más que realzar su autoridad y prestigio ante las masas. Lejos de quedarse con los brazos cruzados ante los ataques de los burgueses, la clase obrera tomó la delantera y se puso a la ofensiva. En este período, ajustándose a sus principios, la FSM con documentos, resoluciones, actos de solidaridad y con su actividad práctica sostuvo activamente los amplios movimientos por reivindicaciones económicas y políticas de la clase obrera y del movimiento sindical; desplegó además una amplia actividad en el plano internacional para la movilización de todas las fuerzas sindicales sanas, para la defensa de la paz y la creación de un frente único de todas las masas trabajadoras.
Rechazando los principios de colaboración de clase, de oportunismo y reformismo en el terreno sindical, la FSM luchó en esta época para poner en práctica los principios del internacionalismo proletario y de solidaridad obrera, para consolidar la unidad de clase. En este marco, la denuncia de las escisiones fue para ella una tarea muy importante. La resolución del Comité Ejecutivo de la FSM, que se reunió en mayo de 1950 en Budapest, decía: “El Ejecutivo de la Federación Sindical Mundial estigmatiza a los jefes de la Internacional amarilla y todos los traidores de la clase obrera, y los considera como agentes del imperialismo anglo-americano en el seno del movimiento obrero.” (7)
La FSM se opuso con firmeza a la hegemonía y a la política global del imperialismo americano y estigmatizó sus diversas organizaciones políticas, económicas y militares. En la resolución de su programa económico y social se podía leer: “El Plan Marshall”, la “Unión Occidental” y el “Pacto del Atlántico”, son todos eslabones de una misma política agresiva de los imperialistas anglo-americanos que aspiran a la hegemonía mundial” (8)
La FSM adoptó una actitud justa con respecto a la actividad escisionista de los sindicatos yugoslavos. Su Comité Ejecutivo, con la resolución de junio de 1950 “Sobre la traición de los dirigentes del Consejo Central de los sindicatos yugoslavos” decidió romper con ellos, excluyéndoles de su Comité Ejecutivo y de su Consejo General. La Federación Sindical Mundial, en su primer periodo que se acaba hacia 1960, fue una organización que gozaba de prestigio y que adoptaba en general posiciones positivas impregnadas de espíritu de clase y antiimperialista.
Notas
(1) M. GEORGE, The last five years, Chicago, 1951 (2) G. LEFRANC, Le sindicalisme dans le monde, París, 1963, p. 6. (3) FSM, Rapport d´activité de la FSM. Resolutions adoptees par le II Congres Sindical Mondial, Viena, 1953, p. 99. (4) Idem, p. 99. Notas (5) Raportul Conferintei-Congres de constituire a Federatie Sindicale Mondiale, Ed. Confederatei General Muncii din Romania, pág. 323 (6) Raport de la Conference Syndicale Mondiale, County Hall, Londres, 1945, pág. 66. (7) FSM, Rapport d´ activite de la Federation Syndical Mondiale, Milán, 1949, pág. 55. (8) Idem, pág. 53.
ORIGEN DE LAS DIVERGENCIAS EN EL SENO DE LA FSM Y SU DESVIACIÓN DE LA LUCHA DE CLASES Y ANTIIMPERIALISTA
Tras el acceso al poder en la Unión Soviética de la camarilla revisionista de N. Kruschev, y como consecuencia de la gran presión ejercida por los dirigentes sindicales soviéticos en la FSM, en el seno de ésta nacieron también tendencias oportunistas, que con el tiempo, se hicieron más frecuentes y evidentes. Así pues, una nueva tendencia apareció en el seno mismo de la FSM, que en su inicio fue disfrazada bajo un velo de demagogia. Según los revisionistas, los cambios en la línea de la FSM han sido con la intención de que pudiera adaptarse a la “situación concreta” y “a las nuevas condiciones” de rectificar algunas “deformaciones”, etc. El proceso de transformación de la línea general de la FSM no se hizo de una vez, evolucionó progresivamente, pasando de los aspectos secundarios a las cuestiones generales y fundamentales.
Los cambios introducidos en la FSM no eran ni aislados ni causales. Habían sido extraídos directamente de la nueva plataforma de los revisionistas de Kruschev, que revisaban toda la línea y la política de la Unión Soviética. El hecho es que no estamos ante los errores de una persona cualquiera, o de una táctica errónea, sino ante una nueva línea de la FSM, una plataforma ideológica y política que, fundamentalmente después del XX Congreso del PC de la URSS se ha configurado aún más. Esta es la razón por la cual la línea general y la actitud de la FSM han sufrido un giro radical, dominado por un espíritu oportunista, reformista y revisionista. De ahí las contradicciones que se manifestaron en el seno de la FSM. Y precisamente por esto que su dirección, y en particular los dirigentes sindicales soviéticos, son responsables ante la clase obrera y el movimiento sindical internacional de la situación creada, del golpe dado a la unidad y de la escisión que se produjo en las filas de la FSM.
Después de la reunión de la X Sesión del Consejo General de la FSM al principio de junio de 1960, los revisionistas intentaron imponer su opinión, según la cual la FSM no debía atacar en sus documentos al imperialismo americano y a su cabecilla Eisenhower, sino que debía aprobar el supuesto “Espíritu de Camp David”, etc. Los revisionistas, y principalmente los revisionistas soviéticos, expusieron en la reunión del Consejo General sus tesis y puntos de vista oportunistas y revisionistas sobre los problemas cardinales, tales como la postura a adoptar respecto al imperialismo americano, la coexistencia pacífica, etc.
Esta nueva plataforma sindical fue sometida a discusión en la reunión del Ejecutivo de la FSM en noviembre de 1961 en Moscú, que examinó la ponencia y los documentos que serían presentados en el V Congreso de la FSM. El presidente de la FSM, A. Novella, que era también cabeza de la delegación [italiana] de la CGIL, se esforzó por cambiar el documento-programa de la FSM “Proyecto de Programa de la Acción Sindical en la etapa actual por la defensa de los intereses y de los derechos de los trabajadores”, que iba a ser sometido a la aprobación del Congreso.
Según A. Novella, se reflejaba demasiado “el espíritu de partido” en el proyecto del programa, por eso propuso la reelaboración sobre bases nuevas, aceptables también para los sindicatos no simpatizantes con la FSM. En el proyecto concreto que presentó se propuso, además, no mencionar directamente al imperialismo americano, conceder, para el mantenimiento de la paz, una mayor importancia a los contactos con los jefes de Gobierno y formular la tesis del paso del capitalismo al socialismo por “la reorganización de la estructura”. Son estas mismas posiciones oportunistas y reformistas las que se plantearon en relación con la cuestión de la unidad sindical. Tras el proyecto de A. Novella se escondían los revisionistas soviéticos. Precisamente por este motivo sus tesis fueron aprobadas por el antiguo presidente de los sindicatos soviéticos V. Grichine, quien hizo presión para que en el proyecto del programa y en la ponencia del V Congreso de la FSM estuvieran también incluidas las del XXII Congreso del PC de la URSS y su programa. Los dirigentes sindicales revisionistas no consiguieron los resultados que esperaban en el V Congreso de la FSM; se vieron obligados a aprobar el Programa de la Acción Sindical. Este programa era un importante documento, y su aplicación fue una victoria importante para el movimiento sindical. En su conjunto se reflejaba el espíritu de clase antiimperialista, tanto en el análisis de la situación internacional como en la definición de la función y de las tareas del movimiento sindical. Pero los acontecimientos demostraron que no fue aplicado por la dirección revisionista de la FSM, que aunque hablara en nombre del Programa Sindical lo quebrantó prácticamente dándole una interpretación arbitraria y oportunista.
Los revisionistas soviéticos querían obtener del V Congreso de la FSM, por una parte, la “unidad” y crear una cabeza de puente entre los dirigentes de las organizaciones sindicales oportunistas y reformistas y, por otra parte, atacar y difamar a las organizaciones de clase miembros de la FSM. Ese también fue el objetivo del discurso que N. Kruschev pronunció en este Congreso. En un editorial, dedicado a la apertura del V Congreso Sindical Mundial, “Pravda” del 4/12/1961, no menciona para nada la lucha contra el imperialismo, pero llama a luchar contra el “dogmatismo y el sectarismo” en el movimiento sindical internacional, que, según “Pravda”, era el principal obstáculo para la unidad.
El periodo que siguió al V Congreso de la FSM se caracterizó por un nuevo abandono de la plataforma de clase y antiimperialista por parte de los dirigentes de la FSM, por un compromiso más marcado en la vía del oportunismo y del reformismo y por una absoluta sumisión a la línea revisionista de la URSS. Este estado de cosas tuvo como consecuencia la aparición de dos líneas opuestas antagónicas en el seno de la FSM, líneas que se iban configurando y concretando: por una parte, la de la colaboración de clases, renuncia a la lucha antiimperialista del proletariado y de los sindicatos, difundida por el revisionismo moderno, con los dirigentes sindicales soviéticos a su cabeza y, por otra parte, la línea de clase antiimperialista, defendida con fidelidad y consecuentemente por las Uniones Profesionales de Albania, los sindicatos de China y otras organizaciones sindicales progresistas.
(…) la FSM, a pesar de su demagogia, no puede ocultar su línea oportunista, de abandono de la lucha de clase antiimperialista, de sumisión a la dirección de los revisionistas soviéticos, etc. La línea de conciliación de los jefes de la FSM ha provocado en sus filas riñas, contradicciones y rivalidades que han estallado con fuerza, sobre todo cuando la Unión Soviética agredió a Checoslovaquia [1968]. La dirección revisionista de la CGIL italiana y de la CGT de Francia, etc…, aprovechando esta ocasión, se esforzaron en sustraerse de la dirección soviética, en debilitar su influencia y reconquistar cierta autonomía. Pero las tendencias poli-centristas, sobre todo italianas que se proponían crear una central sindical europea única de los países capitalistas, donde pudieran ocupar puestos claves y hacerse ellos los amos, no fueron mirados con buenos ojos por los jefes sindicales soviéticos.
Aunque la FSM habla de universalidad, ha perdido de hecho su carácter representativo, lo que se refleja en sus órganos dirigentes que realizan toda su actividad. La mitad de los miembros de los principales órganos dirigentes elegidos en el VIII Congreso de la FSM (Varna, octubre de 1973) son europeos.
Toda una casta burocrática ha nacido en el seno de la FSM y de sus Uniones Internacionales de Sindicatos (UIS), que disponen de un aparato enorme de funcionarios, elegidos principalmente en función de su fidelidad a la política soviética. Algunos miembros elegidos del Ejecutivo de la FSM, como los representantes “argentinos, brasileños, etc.”, no representan nada a no ser a sí mismos, desligados desde hace tiempo de su organización y de su país. Perciben sueldos elevados y van de un país a otro para participar en diversos congresos y reuniones. (…)
EL PAPEL DE LA CLASE OBRERA
Los ideólogos burgueses y revisionistas intentan negar el carácter revolucionario y la función histórica y dirigente de la clase obrera en nuestra época. Se esfuerzan en presentar la sociedad capitalista moderna como “renovada” y “próspera”. Según ellos, el capitalismo monopolista ha evolucionado, no es tan opresor y explotador como en el pasado; en los momentos actuales, estaría en marcha el proceso de desproletarización de la sociedad capitalista; así pues, la clase obrera deja de ser proletaria, porque las diferencias entre ella y el capitalismo son menores cada día. Esta “nueva” sociedad está bautizada con varios nombres, “capitalismo popular”, “neocapitalismo”, “sociedad de consumo”, “sociedad industrial”, etc.
En estas condiciones, siempre según su opinión, la clase obrera pierde su espíritu de lucha, no está interesada en la transformación revolucionaria de la sociedad y, por consiguiente, en el plano sindical, los sindicatos deben colaborar con el capitalismo y solucionar las contradicciones por la vía de la negociación, en el marco del sistema burgués y de su Constitución.
Los importantes cambios que se han producido en el mundo y los fenómenos recientes no han cambiado la naturaleza y carácter del capitalismo. En vez de hacerlo más “popular”, lo han hecho, por el contrario, más cruel, más agresivo y más represor. La explotación y empobrecimiento de la clase obrera no sólo persisten sino que se acentúan continuamente: esta es la ley de la sociedad capitalista. (…)
Es un hecho incontestable que en la sociedad capitalista monopolista, la proletarización, que entraña necesariamente la diferenciación de clase, se realiza a ritmos muy rápidos. (….) Muy importante es el hecho de que la clase obrera no es sólo un hecho numérico, sino también una fuerza social y política, que lucha resueltamente contra la represión y explotación capitalista.
La burguesía aplica una política social sutil. Aunque observemos cierta mejora relativa de las condiciones de vida de una parte de la clase obrera en los países capitalistas desarrollados, esto se debe a la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras así como a la influencia de las ideas socialistas. La burguesía está obligada a dar a los trabajadores algunas concesiones, con frecuencia temporales, como sueldos, seguridad social, vacaciones, etc. Pero esto no se debe a la humanidad, a la comprensión de la burguesía, sino fundamentalmente a la función objetiva de la clase obrera en la producción social.
Especulando sobre estos cambios, se ha señalado la tesis sobre la “sociedad de consumo” para demostrar, según dicen, la abolición de la clase obrera por la sociedad capitalista y el cambio de la posición social y económica de la clase obrera. Pero el consumo individual del obrero no modifica su posición en la sociedad, este consumo sigue siendo destinado sólo a la reproducción de la mano de obra, a fin de que ésta sea más apta para producir y afrontar los ritmos infernales de trabajo.
En estas condiciones de la revolución científico-técnica, los capitalistas están interesados en que el obrero tenga un mayor nivel cultural y de cualificación profesional para hacer frente a la mecanización cada vez más compleja de la producción, al objeto de que el obrero les proporcione mejor rendimiento y más beneficios.
Los trotskistas y los anarquistas niegan también la función de la clase obrera y su capacidad. Consideran a los estudiantes y a los intelectuales como fuerza principal de la revolución. Al predicar la espontaneidad en el movimiento obrero, los trotskistas y los anarquistas no admiten la necesidad del partido del proletariado, de la organización de la clase obrera en sindicatos que consideran como “burocráticos”. De hecho, estas corrientes, han vuelto a despertar en el movimiento sindical, principalmente estos últimos años y como consecuencia de la traición revisionista y de la penetración en el movimiento de capas pequeño burguesas que vacilan de “izquierda” a derecha. Estas corrientes independientemente de las declaraciones de sus representantes, de su jerga de “izquierdas” y “revolucionaria”, se alían con los objetivos principales de los revisionistas modernos.
Los conflictos sociales estallan constantemente en el mundo capitalista desarrollándose un amplio movimiento de clase que toma las formas más violentas, son verdaderas tempestades revolucionarias que remueven en sus cimientos al sistema burgués. El rasgo que diferencia a estos conflictos es que, en primer lugar, son dirigidos por la clase obrera, que emprende grandes acciones contra los monopolios y el poder políticos de la burguesía, contra el imperialismo y el colonialismo. En este combate se compaginan correctamente la lucha de la clase obrera y de las masas para mejorar sus condiciones económicas con la lucha por los derechos sociales y políticos; en la base de estas batallas de clases residen el odio y la protesta contra la sociedad burguesa que es la causa de todos los males.
Con su lucha, la clase obrera demuestra que sus intereses son incompatibles con los de la burguesía, que la única vía segura para su liberación de la explotación y represión capitalista es destruir por la violencia el sistema capitalista. En toda revolución popular auténtica, no sólo socialista, sino también democrática y liberadora, la clase obrera puede y debe tener la hegemonía, esta es una cuestión de principios. La clase obrera es la artífice de las grandes transformaciones sociales, independientemente del nivel de su consciencia, ha sido y será la clase más revolucionaria, directamente interesada en derrocar el sistema capitalista.
Pero la misión histórica de la clase obrera se une estrechamente a la creación del partido político revolucionario de la clase y su función de organizar y dirigir. Estas tesis presentan una gran importancia de principios; la experiencia de la clase obrera y la práctica han confirmado que tienen siempre vigencia.